Comunidad en tiempos del Coronavirus

Ahora que damos clases por Zoom, los chavos empiezan a conectarse entre 10 y 5 minutos antes de que inicie la clase (son más puntuales virtualmente que presencialmente. Yo digo que es porque ya no hay la excusa del tráfico). El viernes pasado, uno de mis alumnos (normalmente muy alegre y buen estudiante), les dice a los compañeros, 
"Cracks, cuando se acabe la clase, no se desconecten, hay que quedarnos platicando, por favor".
Yo, medio en broma, medio en serio, les dije, "chavos, no dejen solo a Fulanito, que tiene ganas de platicar".
A lo que el chavo dice, "sí, miss, le prometo que si esto sigue así, de no poder salir ni platicar bien, para la siguiente semana ya voy a estar todo deprimido".

Sé que parte de esa aseveración es que en la adolescencia (y en la adultez también, la verdad) se da más el drama, pero sé también que el pesar de mi alumno era genuino: necesitamos conectar con los demás. En teología, me gusta cómo se explica que la Trinidad (Dios padre, hijo y Espíritu Santo) nos habla de un 'Dios-en-relación', ¡De un Dios que es comunidad! Y si entendemos que Dios es una comunidad en donde estas tres personas están eternamente en una 'danza divina', a la que también cada uno de nosotros somos invitados, entendemos que Dios es un Dios de contactos. Creemos en un Dios que, por su misma esencia, está siempre en relación, con las personas divinas y también con nosotros: cada una de sus criaturas. 

Si creemos también que estamos llamados a 'ser perfectos como el Padre es perfecto' (Mt 5, 48), y el Padre es perfecto en su forma de relacionarse, en su forma de hacer comunidad, creemos entonces que nosotros también estamos llamados a una forma extraordinaria de relacionarnos y de ser comunidad. Creo que algo hay de eso en la tristeza que mi alumno -y muchos otros (yo incluida)- ha sentido estos días en los que nos ha faltado relación, nos ha faltado comunidad. 

Sé que hemos hecho lo mejor posible: Zoom, videollamadas, Whatsapp, mantenernos ocupados con trabajo, ejercicio, lectura, etc, y sobre todo, aquellos que tenemos la bendición, y el privilegio, de no vivir solos (gracias Diosito que me dejaste volver a Chihuahua con mi familia antes de que esto estallara), podemos hacernos fuertes con la convivencia familiar. Pero nos sigue faltando algo, más que el salir de fiesta por la música, la bebida o la comida, al menos yo, extraño las conversaciones, el contacto, el compartir vida con los demás. Los psicólogos podrán decirlo mejor que yo, pero sabemos que dentro de las necesidades básicas del ser humano se encuentra la necesidad de conexión y de intimidad, es decir la necesidad de conocer y de ser conocido. Ya lo decían años atrás los Goo Goo Dolls, "I just want you to know who I am", y Alex Ubago, "Me muero por conocerte, saber qué es lo que piensas"...

Por eso es que estoy segura que todos estamos re-valorando el contacto, y que cuando esto termine nos abrazaremos con más ganas, y nos miraremos más genuinamente a los ojos. Que esta experiencia de cuarentena nos quite las ganas para siempre de aislarnos voluntariamente, y de encerrarnos en nosotros mismos. Ojalá que, al contrario, cuando volvamos a caminar en las calles, salir con los amigos, llenar nuestros templos y nuestros trabajos, lo hagamos con sonrisas más abiertas y con ánimos más sinceros de querer conectar con los demás, que le perdamos el miedo a conocer al otro y el miedo a dejarnos conocer. Confío en que saldremos de esta con ánimos renovados, más valientes y más agradecidos, y que nunca más daremos por sentada la oportunidad de reunirnos, de reír con los amigos y de ser auténticas comunidades de hermanos y hermanas.


"En el fondo, son las relaciones con las personas lo que da sentido a la vida"
W. von Humboldt
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