'Esto también pasará'


Les confieso que hace algunos meses mi oración era algo así 'Señor, por favor, ayúdame a mantenerme estable siempre, en paz siempre, alegre siempre'. Creía que el secreto de la felicidad estaba en la eterna estabilidad: en ser imperturbable, estoica, incluso inconmovible. Mi ideal era el ser como un roble: firme, constante, fuerte. 
Sin embargo, por más 'nobles' que fueran mis intenciones al hacer esa oración, (y tomando en cuenta que hay mucho que aprenderle a los robles por su belleza y fortaleza) Dios me permitió ver la belleza que hay también en el cambio y la belleza en los ciclos, pues estamos rodeados de ellos: de cambios y de ciclos:
- Ejemplo 1, nuestro planeta: el día da paso a la noche, el invierno da paso a la primavera, 'un ciclo sin fin' diría el Rey León. Reconocí qué absurdo sería que el día le pidiera a Dios, 'Señor que nunca se haga de noche', o que el otoño orara, 'Dios mío, que nunca llegue el invierno'. Pues inevitablemente llegará, y hay dos opciones: lamentarse por que hay oscuridad y frío, o maravillarse de lo que se puede experimentar y aprender también en esa estación, aparentemente inhóspita pero que también posee belleza y magia. 
- Ejemplo 2, aquí me da poquita pena que no entiendo muy bien por qué, pero sé que la economía tiene sus ciclos, inevitables, de expansión, recesión, depresión, recuperación. Alguna vez que le preguntaba a mi hermano economista sobre el por qué de esto, me decía que simplemente 'así es' (o tal vez dijo algo tan complejo que mi cerebro solo registró eso jiji). La habilidad de los economistas consiste en interpretar los signos del ciclo económico y actuar de acuerdo a la etapa en la que se encuentra el país.
- Ejemplo 3, el Génesis cuenta la historia de José, el soñador, (Gen, 37) quien le interpreta sus sueños al faraón. El faraón estaba muy perturbado porque soñaba con 7 vacas gordas que luego eran devoradas por 7 vacas flacas. José le explica al rey que esto significa que vendrán 7 años de abundancia, en los que en lugar de dilapidar, hay que ahorrar y guardar comida en los graneros, pues después de la abundancia vendrán 7 años de hambruna, los cuales los matarán si no se preparan en la época de opulencia.
- San Ignacio habla de dos modos que inevitablemente se experimentan en la oración: la consolación (en donde emergen la paz, el bienestar, el buen ánimo, la esperanza y los buenos frutos) y la desolación (aquel tiempo donde se siente desgano, desesperanza, pereza, tristeza y apatía). Ignacio explica que aunque estas dos fases pueden experimentarse por fallas de uno mismo (falta de oración, descuido en la vida espiritual, etc.), se experimentarán también aunque el creyente realice todo de su parte para mantenerse siempre 'al 100' (la llaman los místicos, 'la noche oscura del alma'), es decir, las oscilaciones en la vida espiritual son inevitables. En los Ejercicios Espirituales, Ignacio aconseja puntos concretos para enfrentar ambas etapas del ciclo (por ejemplo, 'en tiempo de desolación no hagas mudanzas'), y en general hace eco a lo que le dice José al faraón: en tiempo de abundancia, prepárate para la escasez, porque llegará...inevitablemente.
Después de todo eso, no me quedó más que entender que por más que me esfuerce en 'ser estable' (que para nada digo que haya claudicado en ese propósito, solo que ahora lo veo bajo una luz distinta), todo es un ciclo y lo único constante es el movimiento. Mi humanidad es una serie de pequeños ciclos, mis emociones también lo son e incluso mi vida espiritual. Y aunque quisiera, como Pedro 'construir tres chozas' y quedarme mirando la Transfiguración eternamente (la consolación, el auge económico, las vacas gordas, el día y la primavera), también tengo que bajar a experimentar la desolación, la recesión, las vacas flacas, la noche y el invierno. ¿Pasar por esas etapas me hace una mala persona: poco constante o con poca fe? Ya no lo creo así, creo que me puedo preparar lo suficiente en la abundancia para dar razón de mi esperanza en la escasez, y que aunque no pueda dejar de sentir frío en el invierno, sí puedo prepararme para permanecer de pie aún en la desolación.
Ahora rezo para experimentar la compañía y el abrazo de Dios en los puntos bajos, y a ser lo suficientemente consciente como para saber que 'eso también pasará' -lo bueno y lo malo-, y que es suficiente certeza saber que hay Uno que es siempre estable y siempre fiel: Dios. Mi confianza la deposito en la firmeza y la fortaleza de Dios, no en la mía. Y es solo ahí cuando ya no da miedo, porque dejo de confiar en mis propias fuerzas para abandonarme (trato) en las de Dios.
Pero también, el pensar que ese Dios eternamente estable quiso hacerse persona y experimentar los ciclos de la humanidad me deja maravillada. Mucho hay entonces, también de belleza en nuestra humanidad cambiante, cíclica, danzante...tanto así que el mismo Dios la quiso sentir.

'Las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas' (2 Cor 4, 17-18).

Comentarios

  1. Me dejo mucho para reflexionar. Gracias por compartirlos tu sabiduría 😁

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    1. Amiga, cero sabiduría, locura más bien jiji, te mando un abrazo!

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