5 cosas de la CDMX que impactan a una norteña (o sea a mí)

Ah! La mágica, mística, caótica y afamada Ciudad de México. Una que es del interior de la República (o "de provincia" como aún dicen algunos) encuentra gozo y dolor, asombro y confusión en la Gran Metrópoli. La mayoría del tiempo amo esta ciudad con todo mi ser y me siento agradecida y feliz de tener un 'espacito' para vivir en ella, sin embargo hay varias cosas que me sacaban mil de onda (tipo y así cañón) las primeras veces que las experimenté (y la neta algunas todavía me dan poquitos nervios, sobre todo la 3)

1.- Formas poco usuales que tiene la gente de pedir dinero
Es por muchos sabido el grito de '5 pesos le vale, 5 pesos le cuesta' que los vendedores del metro utilizan para vender desde corta-uñas hasta documentales de la historia del reggaetón (y la gente los compra, es lo más asombroso), y eso ciertamente no me impacta. Lo que sí, son las siguientes aseveraciones en los camiones urbanos (léanse en tono muy chilango):
'Salí hace poco del penal, yo antes me dedicaba a asaltar pero ya no lo quiero hacer, por favor dénme una moneda' (y la gente le da 10 pesos al chavo porque pues...'gracias mano por no robarme').
'Carteras, alhajas, celulares yo no quiero, solo una moneda honrada que no afecte su economía' (again, gracias buen hombre por no robarme y aparte por considerar lo precario de mi economía, toma 5 pesos).

2.- Tradiciones y creencias populares 'folklóricas'.
Recuerdo mi primer 28 de octubre en esta ciudad (corría el año 2015). Estaba yo muy tranquila dando clase cuando se empiezan a escuchar una especie de tronidos-disparos-detonaciones bien fuertes. Como buena norteña les dije a los niños 'hijole, está fea la balacera' (yo aparte súper alarmándolos), y los niños en total paz me dicen 'no, miss, es que es día de San Juditas, son los cohetes' (o sea qué oso miss, que todo creas que son los narcos). Efectivamente el día de San Judas (y el día de la Virgen de Guadalupe) suenan tronidos de cohetes todo el día (empezando literal por la madrugada). Me ha tocado ir en día 28 al templo de San Judas por la Alameda y es bien interesante ver el folklore que implica esta tradición (las estatuas enormes, el sincretismo religioso, cómo incluso quitan las bancas de la Iglesia para que la gente circule más rápido con sus mega San Juditas, etc.)
Esta otra creencia/tradición me han dicho que no es exclusiva de CDMX pero como yo la conocí aquí, la voy a incluir: 'la idea de que las polillas son (prácticamente literalmente) augurio de una muerte'. Nuevamente me encontraba yo en el salón (y luego el tino que tengo de descubrir todas estas cosas en medio de niños de prepa) y entra volando una polilla (para mí solo era una mariposa negra). Yo ni caso le hice al animalito pero los niños empezaron a entrar en pánico (una niña hasta lloró), me imploraban que sacara a la pobre polilla, que alguien se iba a morir y pues...ahí ando yo persiguiendo a la criatura.

3.- Como peatón, no saber si llegarás con bien a la otra banqueta cuando cruzas una calle.
Ciertamente el centro de Tlalpan es de los lugares con mayor civilidad vial en esta ciudad, pero aún así, al andar en las calles, tú como peatón tienes que cocowashearte a ti mismo y decirte casi que "soy un carro y también merezco pasar", porque si no cruzas la calle con esa decisión y valentía...nunca cruzas. Ahí es cuando extraño mi Chihuahua donde los carros se detienen 2 metros antes de la esquina para que pases con total tranquilidad. En Chihuahua vemos feo al que no da el paso al peatón, en CDMX ven feo al que sí le da el paso. Eventualmente uno se acostumbra a que en la mayoría de los lugares de la CDMX los pasos peatonales son 'more like guidelines, not exactly rules' como diría Jack Sparrow.

4.- Esta me impacta para bien, 'La honradez de las personas en los micros y las combis'. 
La primera vez que me subí a una combi, quería pagar al subir y el conductor me dijo 'ahorita lo pasa' y yo 'queesesto'. Ya después descubrí que te subes a la combi y en algún punto del trayecto (normalmente al final pero la neta puede ser cuando quieras), pasas tus 5 o 6 pesos con los demás pasajeros hasta que llegan al conductor. No tengo idea de cómo revisa el conductor que nadie se baje sin pagar o si alguien paga menos de lo que debería pero jamás he visto un altercado en las combis (gracias, Dios). Luego en los camiones o micros es aún más impactante que cuando ya no cabe un alma por enfrente, el conductor abre la puerta de atrás, se sube la gente (imaginen un resto de personas ahí amontonadas) y aún así van pasando su pasaje de mano en mano hasta que llega el dinero al chofer. 

5.- El espacio personal es nulo
Sea la fila del cine, de un restaurante, de las copias, de lo que sea, la gente va a invadir tu espacio personal (aunque no haya realmente necesidad de hacerlo...aunque siendo sinceros casi siempre hay necesidad de hacerlo por somos como 25 millones aquí amontonados). Llega un punto en el que te acostumbras pero para alguien que vive en un estado con densidad de 14 personas por km2 (lo acabo de buscar en el INEGI jiji, quiero que tengan información certera y confiable), adaptarse a un lugar con densidad de 5966 por km2 está cañón (también lo acabo de investigar y me impacté aún más).

Me voy dando cuenta que la mayoría de lo que me impacta ocurre en el transporte público. Tal vez debería cambiar el título del post a "Crónicas de las combis" (aunque mejor esa la cuento en otra ocasión). ¡Gracias por leer hasta aquí! :)

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